martes, 13 de marzo de 2012

Un día con Jeros en su Casa (Angel Lolailo)



El motivo por el cuál conocí a Jeros, fue que a mi siempre me gustaron Los Chichos, ha sido la banda sonora de mi infancia y de mi adolescencia, pero no sabía identificar a los componentes del grupo. Es cierto que había una persona entre esas tres que me inspiraba más atracción, que resultó ser el que firmaba la mayoría de las canciones (Juan Antonio Jimenez Muñoz “Jeros” o “Jero”).Y además resultaba ser que la mayoría de esas canciones que firmaba ese tal Juan Antonio eran precisamente las que me gustaban de Los Chichos.
Un día acudí a un congreso del PTE (Partido de los Trabajadores de España), una ramificación del PCE, en el barrio de Entrevías. En el Congreso había un Delegado del Barrio del Pozo, y, fue el quien me empezó a acercarme a Jeros. Éste Delegado me contaba que Jeros era una persona de pasear por las calles, de bajar al rastrillo, en fin de ser una persona del barrio, y, que por tanto podría conocerle en persona fácilmente.
Los ojos se me hicieron chirivitas, y, para el pozo que tiré corriendo. Era una tarde fría y oscura del mes de Diciembre, hacía un frío que pelaba, y yo, estaba más asustado que un pavo en nochebuena, pero merecía la pena correr ese riesgo, me dije a mi mismo. 
Al cabo de un rato ví a un señor (en la oscuridad de la noche y con mis nervios a flor de piel, vi a un señor con un parecido a Jeros enorme que resultó ser su tío), entonces le eche valor y le entré. Subió a casa de Jeros y al cabo de un rato bajó con el siguiente recado “Hoy no puede atenderte, pero si te pasas mañana con unos discos baja y te los firma”. Así lo hice, cuan niño bueno, al día siguiente me presente allí como un clavo (era una muy bonita mañana de invierno, de esos días soleados que te invitan a pasear, a charlar…).
Me firmó los discos (Tembló pero no calló y el de Porque nos Queremos), estuvimos hablando un poco (cosas sin sentido creo recordar, como cuando entras en el ascensor con el vecino, no sabes de que hablar, mis nervios me traicionaban y no me ayudaban en nada). Al cabo de un rato y de esta conversación sin sentido él me dijo “te doy mi teléfono y me llamas” (entre orden e interrogante), “estamos en contacto”, finalizó y se marchó con unos amigos, difuminándose su silueta con la lejanía.
En el trayecto que había desde el Pozo hasta mi casa (San Blas) fui cavilando el porque me habría dado el teléfono, ¿sería para quitarse de encima ese pelmazo?, ¿me estaría vacilando? ¿sería el número realmente suyo?, la verdad no llegaba a comprender la magnitud de ese acontecimiento y por lo tanto no me lo llegaba a creer. Tuve muchas dudas para llamarle, e incluso llegé a pensar que no debería de hacerlo (de nuevo la incertidumbre y los nervios se apoderaban de mí), pero al final me armé de valor y le llamé. Estuvimos hablando un rato por teléfono y  me comentó si quería acercarme a su casa. Apresuradamente y sin ninguna duda le dije que sí. Entonces me acicalé para la ocasión, cogí la cámara de fotos y me dispuse a ir a su casa. De camino me encontré a un amigo, y, con la emoción le dije que iba a ver a Jeros, me preguntó si se podía venir, y yo, visiblemente emocionado, le dije que “vale”. Nos fuimos mi amigo y yo para su casa (donde nos hicimos las fotos que se han puesto en esta página), y, después de charlar un poco finalizamos la visita y cada mochuelo a su olivo.
Cuando le volví a llamar, me volvió a invitar a su casa. Yo me dispuse y fui, pero esta vez me recibió sin el traje con el que sale en las fotos, me recibió normal, como estaba el en la casa. Después de charlar un rato me dijo, mirándome directamente a los ojos, con una mirada fulminante y un tono de voz un poco más grave de lo normal “Angel, si te abro las puertas de mi casa es a ti” , comprendí rápidamente lo que me estaba diciendo y le pedí perdón, pero me dijo “no me pidas perdón, lo que ha sido ha sido, pero no quiero que se repita”, se quedó ahí la cosa y seguimos charlando.
En uno de esos días que fui a visitarle me llegó a confesar que en el día en que le conocí él estaba en la casa, que de vez encunado se asomaba a la terraza y que en varias ocasiones le dijo a su mujer “este chaval es buena gente”. 
Siempre que iba a su casa a visitarle y se hacía de noche para la vuelta, se apresuraba a llevarme o pedirme un taxi, el no quería que anduviera por ese barrio a esas horas, pensando y haciéndome pensar que sería una presa fácil en aquel lugar. Notaba yo con esos toques su protección hacia mí, quiero creerme que me intentaba cuidar como a un hijo.
Cuando sacó el disco de Agua y Veneno le acompañé varias veces a la Discográfica, estuve en su casa en repetidas ocasiones e incluso un día me invitó a comer en su casa, el menú era austero (sopa y filete), pero para mí significaba muchísimo, pués cuando llegamos de regreso de la Discográfica me dijo (entre orden y pregunta) “¿quédate a comer?”, a lo cuál os podéis imaginar que no opuse resistencia.
Un cúmulo de casualidades y circunstancias, aderezaros por los ingredientes que le pone cada persona, hace que el destino pueda ser de una manera u otra, y, aunque éste esté escrito siempre podremos echarle un poquito de sal y pimienta.

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