Unas 1.300 personas se reunieron el sábado en la Rock Star Live de Barakaldo para cantar las canciones de Los Chichos, que en la puerta vendían camisetas cuya leyenda propalaba orgullosa: 'desde 1973'. El gentío era de toda condición, pero más femenino que machote, más juvenil que veterano y más popular que finolis, aunque las chavalillas guapas se veían por doquier. Esta es la prueba del éxito y la categoría clásica de algunos grupos: que atraen a las nuevas generaciones.
Los Chichos apuran su último renacimiento y ofrecen galas con formación reforzada: ellos tres (el peso recae sobre el benjamín, Emilio, alias Junior, en mejor forma física que su padre y su tío), seis escuderos jovencillos y poco glamurosos que aportaban el disciplinado acompañamiento barraquero (dos teclados, batería, bajo, guitarras eléctrica y flamenca) y dos coristas (la flaca y alta era la más ilusionada de las once personas del tablado). Y de tal guisa se ganaron las alubias el sábado, pues lograron que el respetable cantara todo el rato y así pudiera cubrirles las espaldas.
Sólo hora y media duró su concierto. En él cupieron un bis breve, 17 piezas en total, una exhaustiva presentación de los músicos de más de 10 minutos (ovación especial para el baterista, Gorka, de Santutxu) e inagotables dedicatorias varias al paisanaje y a la familia (recuerden que Emilio, el grueso patriarca del trío gitano, se casó con una bilbaína).
Se notó que su rumba ha influido a nombres posteriores: Estopa, Camela ('Ilusiones'), Medina Azahara (el lento 'Amor de compra y venta')... Y con carcasa sónica reiterativa y ambiente feriante, Los Chichos plantaron la impronta de su lírica machista y celosa ('Mujer cruel'), delincuente ('El Vaquilla'), moruna ('La cachimba') o pachanguera ('Vente conmigo, gitana'), narrada en historietas ('Calla chiquitín') y rematada con dos hits como 'Libre' y 'Ni más ni menos'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario