jueves, 15 de marzo de 2012

Los Chichos eran como hermanos

Jeros, vivíó un vida llena de amor penas y alegrías.Su vida al lado de su famílía y de los Hermanos Gónzalez transcurria según iba pasando el tiempo,tenían sus prós y contras como cualquier grupo y solían discutir a la hora de interpretar en televisiones públicas,ya que las de Jeros siempre fueron mas comerciales.y básicamente ese era el único mal del grupo.
Con Emilío siempre fue con quien me jor se llevaba,era mas de la guasa,todo lo contrario a su hermano Julio,siempre fué mas rancio el mas serio del grupo.
A pesar de todo eran como hermanos y los tres se llevaban muy bien.Si se disponían ha hacer alguna entrevistas se congeniaban,reían y no les daba importancia si les hacían preguntas impertinentes,ellos las contestaban entre risas y bromas.
Después a la hora en puesta en escena mas de lo mismo,aveces solían hacerse bromas entre ellos mismos,tales como esconder a Julio su instrumento y este no percatarse y el público colaborando al mismo tiempo según pasaba.
Eran u grupo de lo mejorcito que ha habido en nuestro país,y podemos estar orgullosos los españoles de tener a gente del pueblo que no hallan echo pasar muy bien entre gritos de oles y palmas al son de sus rumbas y haber bailado montones de veces sus temas,.

martes, 13 de marzo de 2012

Jeros para Siempre


Un día con Jeros en su Casa (Angel Lolailo)



El motivo por el cuál conocí a Jeros, fue que a mi siempre me gustaron Los Chichos, ha sido la banda sonora de mi infancia y de mi adolescencia, pero no sabía identificar a los componentes del grupo. Es cierto que había una persona entre esas tres que me inspiraba más atracción, que resultó ser el que firmaba la mayoría de las canciones (Juan Antonio Jimenez Muñoz “Jeros” o “Jero”).Y además resultaba ser que la mayoría de esas canciones que firmaba ese tal Juan Antonio eran precisamente las que me gustaban de Los Chichos.
Un día acudí a un congreso del PTE (Partido de los Trabajadores de España), una ramificación del PCE, en el barrio de Entrevías. En el Congreso había un Delegado del Barrio del Pozo, y, fue el quien me empezó a acercarme a Jeros. Éste Delegado me contaba que Jeros era una persona de pasear por las calles, de bajar al rastrillo, en fin de ser una persona del barrio, y, que por tanto podría conocerle en persona fácilmente.
Los ojos se me hicieron chirivitas, y, para el pozo que tiré corriendo. Era una tarde fría y oscura del mes de Diciembre, hacía un frío que pelaba, y yo, estaba más asustado que un pavo en nochebuena, pero merecía la pena correr ese riesgo, me dije a mi mismo. 
Al cabo de un rato ví a un señor (en la oscuridad de la noche y con mis nervios a flor de piel, vi a un señor con un parecido a Jeros enorme que resultó ser su tío), entonces le eche valor y le entré. Subió a casa de Jeros y al cabo de un rato bajó con el siguiente recado “Hoy no puede atenderte, pero si te pasas mañana con unos discos baja y te los firma”. Así lo hice, cuan niño bueno, al día siguiente me presente allí como un clavo (era una muy bonita mañana de invierno, de esos días soleados que te invitan a pasear, a charlar…).
Me firmó los discos (Tembló pero no calló y el de Porque nos Queremos), estuvimos hablando un poco (cosas sin sentido creo recordar, como cuando entras en el ascensor con el vecino, no sabes de que hablar, mis nervios me traicionaban y no me ayudaban en nada). Al cabo de un rato y de esta conversación sin sentido él me dijo “te doy mi teléfono y me llamas” (entre orden e interrogante), “estamos en contacto”, finalizó y se marchó con unos amigos, difuminándose su silueta con la lejanía.
En el trayecto que había desde el Pozo hasta mi casa (San Blas) fui cavilando el porque me habría dado el teléfono, ¿sería para quitarse de encima ese pelmazo?, ¿me estaría vacilando? ¿sería el número realmente suyo?, la verdad no llegaba a comprender la magnitud de ese acontecimiento y por lo tanto no me lo llegaba a creer. Tuve muchas dudas para llamarle, e incluso llegé a pensar que no debería de hacerlo (de nuevo la incertidumbre y los nervios se apoderaban de mí), pero al final me armé de valor y le llamé. Estuvimos hablando un rato por teléfono y  me comentó si quería acercarme a su casa. Apresuradamente y sin ninguna duda le dije que sí. Entonces me acicalé para la ocasión, cogí la cámara de fotos y me dispuse a ir a su casa. De camino me encontré a un amigo, y, con la emoción le dije que iba a ver a Jeros, me preguntó si se podía venir, y yo, visiblemente emocionado, le dije que “vale”. Nos fuimos mi amigo y yo para su casa (donde nos hicimos las fotos que se han puesto en esta página), y, después de charlar un poco finalizamos la visita y cada mochuelo a su olivo.
Cuando le volví a llamar, me volvió a invitar a su casa. Yo me dispuse y fui, pero esta vez me recibió sin el traje con el que sale en las fotos, me recibió normal, como estaba el en la casa. Después de charlar un rato me dijo, mirándome directamente a los ojos, con una mirada fulminante y un tono de voz un poco más grave de lo normal “Angel, si te abro las puertas de mi casa es a ti” , comprendí rápidamente lo que me estaba diciendo y le pedí perdón, pero me dijo “no me pidas perdón, lo que ha sido ha sido, pero no quiero que se repita”, se quedó ahí la cosa y seguimos charlando.
En uno de esos días que fui a visitarle me llegó a confesar que en el día en que le conocí él estaba en la casa, que de vez encunado se asomaba a la terraza y que en varias ocasiones le dijo a su mujer “este chaval es buena gente”. 
Siempre que iba a su casa a visitarle y se hacía de noche para la vuelta, se apresuraba a llevarme o pedirme un taxi, el no quería que anduviera por ese barrio a esas horas, pensando y haciéndome pensar que sería una presa fácil en aquel lugar. Notaba yo con esos toques su protección hacia mí, quiero creerme que me intentaba cuidar como a un hijo.
Cuando sacó el disco de Agua y Veneno le acompañé varias veces a la Discográfica, estuve en su casa en repetidas ocasiones e incluso un día me invitó a comer en su casa, el menú era austero (sopa y filete), pero para mí significaba muchísimo, pués cuando llegamos de regreso de la Discográfica me dijo (entre orden y pregunta) “¿quédate a comer?”, a lo cuál os podéis imaginar que no opuse resistencia.
Un cúmulo de casualidades y circunstancias, aderezaros por los ingredientes que le pone cada persona, hace que el destino pueda ser de una manera u otra, y, aunque éste esté escrito siempre podremos echarle un poquito de sal y pimienta.

Tembló Pero no Calló


«Alegría y pena van juntas» Los Chichos


Si la música popular tiene un nombre, seguro que es al ritmo de la rumba y con Los Chichos al compás. Mañana, lunes, a las once de la noche, estarán en la gijonesa playa de Poniente, que la fiesta no decaiga. Uno de sus fundadores, Emilio González Gabarre, anticipa el concierto.
-Su último disco es 'Hasta aquí hemos llegado'. ¿Punto y seguido?
-No es un punto final. Todavía haremos muchos discos más.
-Han reunido a su alrededor para la grabación a un montón de artistas, desde Estopa ('Historia de Juan Castillo') a Los Chunguitos ('Mujer cruel'), pasando por Manolo García ('Quiero ser libre'), Sergio Dalma ('Son ilusiones') o Bebe ('El Vaquilla'). ¿Cómo se logra que todo el mundo les quiera?
-Aparte de por las canciones, yo creo que si se nos quiere es porque somos sencillos, nada que ver con los artistas estiraos.
-¿Recuerda los viejos tiempos, cuando acompañaba a los Farina en las fiestas para señoritos?
-Era todavía en la época franquista, no sé cuántos años hace. Recorríamos Salamanca de arriba abajo, en los bares de la plaza Mayor -que era una maravilla-, en los cortijos, en el barrio chino. Se ganaba dinerito, aquellas sábanas azules y verdes, de quinientas y mil pesetas.
-Tanto dinerito, que sus padres tenían dudas acerca de su procedencia...
-Tenía una familia larga, a la que mantenía. Y, sí, no veían del todo claro de dónde salía aquello, si me había hecho delincuente...
-Junto con usted, Los Chichos son su hermano Julio y su hijo, Junior. ¿La familia que canta unida permanece unida?
-Son muchos años, y nos llevamos bien. Tenemos nuestras discusiones, como todos los grupos; pero siempre por motivos de trabajo, y a los cinco minutos ya se nos ha olvidado todo.
-Junior se incorporó en el 90, pero su música suena desde hace treinta y cinco años. ¿Los escenarios dan mucha alegría o también algo de fatiguilla?
-La alegría, la fatiga y las penas van juntas, compaginadas. No puede ser todo alegría. Para disfrutar de la alegría, hay que conocer las penas.
-Entre las penas, la pérdida de Juan Antonio Jiménez, Jeros, que les acompañó hasta los 90 y desgraciadamente ya ha fallecido...
-En los conciertos, una parte de los aplausos siempre son para él. Continúa con nosotros en el escenario... Sí, es una pena, pero la vida sigue.
-Son muchos los que se reclaman herederos suyos, aunque ustedes no quieren señalar a nadie. ¿No hay ninguno que les entre más por el ojito derecho; por ejemplo, Estopa?
-Ay, es que Estopa se criaron con nosotros... Pero no hacemos discriminaciones.
-¿La rumba se entiende igual en el Norte que en el Sur?
-En Andalucía, se puede entender mejor el flamenco, el cante hondo. La rumba, en todas partes.

Misiana Juana


La Semanona está que se sale y yo estoy que no entro: Los Chichos recalaron anoche en Gijón en el marco de una macrogira internacional que llevará su fusión de rumba y pop con reminiscencias de buen flamenco por buena parte de España y varias pedanías de Portugal, pasando por Pimiango, Felechosa y La Güeria Carrocera.
A mí Los Chichos me encantan de siempre y no me importa nada reconocérselo ni paso vergüenza ninguna. A mí y a los cienes de chicheros con sensibilidad, buen gusto y furgoneta que ayer se congregaron en un recital que han dejado para los anales de la historia gijonesa como antes se auparon a lo alto de las listas de ventas de los supermercados y las gasolineras.
Lo de anoche en Poniente fue una demostración palmaria de por qué estos tres monstruos han trascendido ya la categoría de músicos para ascender a la de mitos con melodías que rozan la genialidad y letras que bucean en la abstracción.
Que levante la mano, si no, el que no haya vibrado con el «Vente misiana juana, vente misiana, misiana juana, vente misiana, misiana juana, que yo te quiero». Y que luego venga aquí y, si es tan amable, me lo traduzca sin haberse fumado nada. Ni más ni menos ni más ni menos.